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Graduado Máximo Duque participa en Operación Ishashimana

El General Luis Fernando Puentes Torres, Rector de la Universidad Militar Nueva Granada, bautizó con el nombre de “Operación Ishashimana” la actividad humanitaria que se llevó a cabo en la Alta Guajira los días 19 al 25 de junio de 2020. Esta labor llevó alimentos a 4.800 familias de comunidades Wayuu y llegó hasta la zona del Valle de Parashi, una región alejada donde viven cientos de familias en condiciones de severa inseguridad alimentaria.

La Fundación dos Peces y la Universidad Militar Nueva Granada unieron esfuerzos, y con la contribución de numerosas empresas y personas, lograron reunir 35 toneladas de alimentos y elementos de primera necesidad que fueron transportados por tierra hasta la Guajira. 

La primera etapa del viaje consistió en cargar los elementos en un tractocamión de 18 metros de largo. Lo siguiente fue iniciar, en compañía del Sargento Viceprimero Gerson Gelves, el largo viaje de 1100 kilómetros. La primera noche llegamos a Puerto Salgar, la segunda noche a San Diego (Cesar) y al día siguiente descargamos una parte en Riohacha donde el Banco de Alimentos de esa ciudad se encargaría de preparar y repartir 3.000 paquetes de ayudas. Ese mismo día, el domingo 21 de junio a las 19:00 estábamos entregando 150 mercados en el kilómetro 36 de la vía Riohacha – Maicao. Después llegamos a la Ranchería Ishashimana, cerca de Manaure. 

A las 22:00 la tarea apenas empezaba, era necesario descargar los alimentos, distribuirlos en 1.800 bolsas y tener todo listo para el día siguiente.  

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 La tarea se realizó con el apoyo de voluntarios, de todas las edades. Un grupo de personas estaban agachadas poniendo 10 a 15 papas en cada bolsa, otro grupo envasaba aceite vegetal en pequeños frascos de plástico, un pequeño ejército de niños llevaban bolsas de un lado para otro, y luego Mi Sargento dio la orden: “a preparar mercados”, eso significa tomar una bolsa con papas y recorrer las 10 estaciones: En una le echan una libra de arroz, en la siguiente una libra de panela, una libra de arvejas o lentejas, luego una bolsa de pastas, sigue una botella de aceite, unos sobres de refresco instantáneo en polvo, un puñado de golosinas… al final esa bolsa se pone en el piso donde alguien lleva la cuenta de cuantos paquetes van, cierra la bolsa y la pone en orden… el circuito se repite hasta que se agoten los bultos de arroz, granos, pasta, etc.

A las 3:30 de la madrugada los paquetes estaban listos y solo faltaba limpiar y tener presentable el lugar para empezar a recibir a las primeras personas que de manera organizada llegarían a recibir una bolsa con alimentos, algunos artículos de aseo y una bolsa con cuatro litros de agua potable. No había tiempo para dormir, en una hora empezaría a amanecer.

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A las 13:00 ya se habían entregado cerca de 1.300 bolsas. Era el momento de cargar agua y alimentos para salir hacia el Valle de Parashi, una región alejada, en la Alta Guajira, a la que se llega viajando por 100 km de trochas en medio del desierto, en camiones medianos cuya apariencia externa, bastante maltrecha, contrasta con la increíble fortaleza que demuestran en los caminos. 

 

El paisaje seco de la Alta Guajira es para muchas personas un espectáculo de belleza natural, pero para otros es unad5 tierra hostil que puede matar de hambre y sed a quienes la habitan. Las trochas serpentean entre arbustos y, para un nativo de las montañas como yo, es increíble que los conductores no se pierdan dando vueltas en tierras planas con estrechos caminos abiertos entre chamizas y cactus.  

Cuatro horas de camino, y al mirar los mapas y el GPS me doy cuenta que el famoso Cabo de la Vela, que no conozco, ya quedó atrás, ese es la mitad del trayecto para llegar al Valle de Parashi, a dónde los turistas no llegan y tampoco llegan muchas de las ayudas que floridos locutores radiales prometen cada diciembre. 

En estas tierras no se habla castellano, el wayunaiqui es la lengua de toda la población en la Alta Guajira, los niños la aprenden de sus madres y solo algunos, después de los 8 años de edad empiezan a aprender castellano. Los líderes de las comunidades, respetados por su edad y sabiduría, hablan solo wayunaiqui. 

 

A las 17:30 llegamos a una pequeña ranchería y entregamos algunos mercados, 10 familias aquí… otras 10 o 15 un poco más allá… y la noche llegaba despacio.

d6A las 19:30 llegamos a la escuela de Parashi, este era el lugar de reunión de cerca de 300 familias que esperaban nuestra llegada bajo la coordinación de dos maestras y de los líderes de la comunidad.    

Una a una las personas eran llamadas con una lista, de manera organizada recibían sus elementos y caminaban en la oscuridad hacia sus casas. Mi Sargento Gelves y yo ya llevábamos más de 36 horas sin dormir. Pero no podíamos irnos sin cenar y sin conocer la escuela de Parashi. 

El viento se escuchaba y se sentía, pero lo extraño era un sonido permanente de latas y de chatarra, no era el tintineo de una campana, sino el áspero roce de pedazos de metal que se escuchaba sin cesar en la oscuridad. Cuando conocí la escuela entendí: los pedazos oxidados de hojas de cinc del techo colgaban desgarrados y agitados por el viento hacia el interior de los salones hechos de barro y cañabravas.

En dos salones había pupitres en muy mal estado, algunos sin la tabla para apoyo. En otros salones no había nada, allí los estudiantes se sientan en el piso de cemento o de tierra. 
La profesora Luz me compartió algunas fotos de la escuela con luz del día. 

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 A las 22:00 era hora de regresar a Ishashimana, el mismo trayecto a través del desierto, pero en la penumbra. Cinco horas de caminos de polvo y piedras, cuatro personas en la única banca de la cabina de la camioneta, yo, el más flaco, en medio. Vencido por el sueño dormí algunos tramos y a las 3:00 am estábamos de nuevo en Ishashimana. 

Agradecimos al conductor, y lo felicitamos por su habilidad para no perderse entre las dunas. Pensábamos que era hora de bañarnos y tratar de dormir un poco. Pero estábamos equivocados, luego de un baño con una pequeña vasija (no hay agua corriente para “tomar una ducha”) empezó a amanecer y nos llamaron a desayunar.  

Lo mejor del desayuno en Ishashimana, con nuestra familia anfitriona, fue comer pan hecho en la panadería que llevamos hasta allá hace un año y que armamos con equipos donados por panaderos de Bogotá que renovaron sus establecimientos y gustosos donaron hornos, vitrinas y otros instrumentos.

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A las 6:15 iniciamos el retorno a Bogotá. La mula Kenworth T 800, Mi Sargento Gelves y yo, veníamos con la satisfacción del deber cumplido, con la alegría de haber ayudado, pero también con el reto de mantener la ayuda. No basta ir una vez, hay que volver muchas veces a esta región que tanto necesita de nuestra ayuda. 

Luego de 65 horas sin dormir, finalmente llegamos a Aguachica donde pernoctamos y el día siguiente en la noche llegamos de vuelta a Cajicá. 

Mi Coronel Gustavo Becerra, Vicerrector del Campus, estuvo monitoreando y dirigiendo permanentemente la Operación Ishashimana. Mi General Puentes estuvo recibiendo reportes desde los diferentes trayectos. Todo el personal directivo del Campus de la Universidad Militar emprenderemos ahora la tarea de construir una escuela en el Valle de Parashi y sembrar allí nuestra bandera de colaboración permanente y de apoyo académico en una región donde pudimos llevar ayuda a dónde nadie va.

 

 

Dr.Max Duque

MÁXIMO ALBERTO DUQUE PIEDRAHÍTA
Profesional Especializado.
Vicerrectoría Campus Cajicá. 

 

 

 

 

ESDEGUE

La Escuela Superior de Guerra, es una institución de educación superior militar, que capacita a los Oficiales Superiores de las Fuerzas Militares, a los futuros Generales y Almirantes del Ejército Nacional, la Armada Nacional, la Fuerza Aérea Colombiana, y a personalidades de alto nivel de la sociedad colombiana, sobre temas de seguridad y defensa nacionales, para así fortalecer los canales de comunicación e integración.