BOMBARDEOS EN SIRIA. EL REGRESO DEL AGUILA.
BOMBARDEOS EN SIRIA. EL REGRESO DEL ÁGUILA
El reciente bombardeo ordenado por la administración Biden a milicias proiraníes en Siria, tiene tres claros significados. En primer lugar, nos recuerda que la orientación de Estados Unidos en temas de seguridad y defensa sigue teniendo un único norte, independiente de la filiación partidista del presidente estadounidense. En segundo lugar, es un claro mensaje hacia Rusia, donde Estados Unidos está de regreso al Medio Oriente después de varias decisiones polémicas de la administración anterior, donde se cedió terreno en la agenda internacional a Moscú. En tercer lugar, el bombardeo le indica a Irán -y a la comunidad internacional- que la actual administración se toma mucho más en serio la amenaza iraní y está dispuesta a ir mucho más lejos que su antecesor.
La política exterior de Estados Unidos y su interés Nacional
Tradicionalmente el comportamiento de Estados Unidos en el mundo ha estado marcado por dos elementos. Por un lado, un interés nacional claro que la sostiene como potencia hegemónica y por otro, un sistema de toma de decisiones en política exterior completamente multiagencial que desconcentra la toma de decisiones y le aleja de posturas caprichosas -o lo que Allison llamaría un “rational model of decision-making”-.
Estas dos características habían permitido que tanto administraciones demócratas como republicanas asumieran agendas realistas y desplegaran herramientas de poder duro en los términos más clásicos de Hans Morgenthau o Raymond Aron, si la situación lo ameritase; así como la creación mecanismos de contrapesos que orientaban la política exterior a pesar de posibles “romanticismos” desde la presidencia.
Precisamente la administración Trump cambió drásticamente esta condición y la reemplazó por un sistema de toma de decisiones donde su “olfato” era el factor predominante, acompañado, no de una burocracia profesional que evaluara el impacto de la acción, sino de un círculo cercano poco profesional en temas estratégicos y de política exterior, que le apoyaba la decisión sin entrar en una evaluación de fondo. Así las cosas, el Departamento de Estado fue marginado de muchas de las decisiones de gran envergadura.
Ahora bien, las decisiones de política exterior de los primeros meses de la administración Biden sugieren un retorno al modelo tradicional. El bombardeo a Siria muestra una posición clara de Washington, alejada de posturas “idealistas”, donde intervinieron varias instancias de decisión y que buscan favorecer el sistema de alianzas donde participa EE. UU, a la vez que golpea el de sus adversarios. Sin duda alguna, fue una decisión que nos recuerda la “antigua y tradicional” forma de hacer las cosas en política exterior.
El águila vuela
El segundo significado del bombardeo a Siria tiene implicaciones estratégicas en el balance de poder entre Estados Unidos y Rusia en el Medio Oriente. En tiempos recientes, a la par que Rusia trasbordaba a Turquía y se posicionaba con fuerza en Irán -y por extensión en Siria, Líbano, Yemen, Libia e incluso en algunas regiones de Egipto- Estados Unidos cedía espacio en el oriente sirio, se retiraba de Afganistán, abandonaba sus aspiraciones en Libia, no intervenía en la guerra en Yemen y limitaba al máximo su presencia en Irak. Era tan crítica la posición dominante -mas no exclusiva- de Rusia en el Medio Oriente, que por ejemplo, Irán se sintió libre para enriquecer uranio en un porcentaje que superaba la restricción del Acuerdo 5+1.
Este bombardeo pretende regresar a Estados Unidos al protagonismo en esta zona estratégica global. Washington había cedido la iniciativa a Moscú durante la administración anterior y ahora debe recuperarla a través de demostraciones de poder calculado.
La pregunta de fondo en este segundo significado de los bombardeos tiene que ver con la sostenibilidad y alcance. Sin duda alguna, en los próximos meses y años, es necesario que EE. UU. haga más y más osadas demostraciones calculadas de poder. Sin embargo, estas demostraciones rozarán de cerca al dispositivo ruso ya desplegado. ¿Está comprometido Washington con la proyección de poder en esta zona y quiere activamente limitar el interés y las operaciones rusas, para recuperar el tiempo perdido? Aparentemente la respuesta es afirmativa.
Camino a Teherán, ahora sí en serio
Más allá de trinos populistas y medidas económicas -que acercaron más a Irán con Rusia y China- el último cuatrienio fue ineficaz contra Irán. Teherán incrementó sus capacidades nucleares, hizo ensayos de armas, incrementó el dialogo con Corea del Norte y se dio el lujo de sembrar minas navales el estrecho de Ormuz, a la par que apresaba petroleros occidentales. No cabe duda que los actuales cálculos de Irán se pueden quedar cortos para enfrentar a un adversario desde Washington, que a diferencia de su antecesor, sí está dispuesto a usar el poder militar en su contra.
La conclusión por tanto es simple. El bombardeo a las milicias en Siria parece indicar el retorno de EE. UU. a su camino tradicional hacia el Medio Oriente, pero esta vez con la presión de recuperar el tiempo y el espacio perdido frente a Moscú. No hay nada mejor que confiar en lo estructural y el presidente Biden lo sabe.